La diplomacia de la trampa de la deuda y el plan hegemónico de China

La “diplomacia de la trampa de la deuda” es un término que se ha popularizado en los últimos años, especialmente en el contexto de las relaciones entre China y los países en desarrollo. Este concepto se refiere a la práctica de otorgar préstamos a naciones que, debido a sus limitaciones económicas, pueden tener dificultades para pagar, lo que potencialmente deja a estas naciones vulnerables a la influencia o control del prestamista. Aunque la práctica no es exclusiva de China, su creciente influencia global ha puesto sus políticas bajo un escrutinio particular.

China, a través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative, BRI), ha proporcionado miles de millones de dólares en préstamos para financiar proyectos de infraestructura en Asia, África y más allá. Estos proyectos incluyen la construcción de puertos, carreteras, ferrocarriles y plantas de energía, que son vitales para el desarrollo económico de los países receptores. Sin embargo, muchos críticos argumentan que estos préstamos están diseñados de manera que, si los países beneficiarios no pueden cumplir con sus obligaciones de deuda, China podría tomar el control de activos estratégicos o ejercer una influencia significativa en las políticas internas de esos países.

Uno de los ejemplos más notorios es el puerto de Hambantota en Sri Lanka. En 2017, Sri Lanka, incapaz de pagar su deuda a China, arrendó el puerto a una empresa china por 99 años, lo que levantó alarmas sobre la soberanía y la influencia china en la región.

En África, muchos países han recibido préstamos chinos que han resultado en niveles de deuda insostenibles. Aunque estos proyectos han impulsado el desarrollo de infraestructura, también han generado preocupaciones sobre la dependencia y la pérdida de control económico por parte de los gobiernos locales. Por ejemplo, Zambia ha sido objeto de debate por su creciente deuda con China y los rumores de que podría perder el control de su empresa eléctrica estatal.

El impacto de la diplomacia de la trampa de la deuda es complejo. Por un lado, los países que reciben préstamos de China a menudo se benefician de la mejora en infraestructuras que de otra manera no podrían financiar. Sin embargo, las consecuencias a largo plazo pueden incluir una dependencia económica significativa y una pérdida de soberanía. Las naciones que no pueden gestionar adecuadamente su deuda pueden verse obligadas a hacer concesiones estratégicas, lo que les deja en una posición vulnerable en la escena internacional.

El plan perfecto

China parece estar beneficiándose de los conflictos y tensiones entre Estados Unidos, Europa, Israel, y otros actores importantes, al mantenerse al margen de estos conflictos y concentrarse en expandir su poder e influencia global a través de medios económicos, tecnológicos y diplomáticos. Esta estrategia le permite fortalecer su posición en el escenario internacional sin incurrir en los costos y riesgos asociados de la participación en conflictos armados directos. A medida que otras potencias se ven desgastadas por sus propios desafíos, China podría estar aprovechando la oportunidad para emerger como la potencia dominante del futuro.

Mientras otros países se ven involucrados en conflictos militares o tensiones diplomáticas que consumen recursos y atención, China ha podido concentrarse en el desarrollo económico interno y la innovación tecnológica. Esto le ha permitido seguir creciendo como una potencia económica y tecnológica sin las distracciones y costos asociados a las guerras. China ha invertido masivamente en áreas clave como inteligencia artificial, 5G, computación cuántica, y biotecnología. Mientras otros países se concentran en conflictos, China está posicionándose para liderar el futuro tecnológico, lo que le dará ventajas estratégicas en las próximas décadas.

La BRI, sobre la que hemos hablado al inicio del artículo, continúa expandiéndose, conectando a China con más de 140 países a través de infraestructura, comercio e inversiones. Mientras que las potencias occidentales se concentran en conflictos y alianzas de seguridad, China está creando una red global de dependencias económicas y políticas. La BRI le permite a China establecer una presencia significativa en regiones estratégicas como África, Asia Central, y América Latina, donde otros actores globales están menos enfocados debido a sus propios desafíos geopolíticos.

China ha mantenido una política de no intervención en conflictos internos de otros países, lo que le ha permitido cultivar relaciones con una amplia variedad de estados, incluyendo algunos que están en conflicto con Occidente o entre sí. Esta neutralidad estratégica le permite actuar como un mediador o socio fiable sin verse arrastrada a los conflictos. Al posicionarse como una potencia que no está directamente involucrada en los conflictos, China ha podido establecer relaciones más estrechas con países que buscan diversificar sus relaciones exteriores, alejándose de la dependencia de Estados Unidos o Europa. Mientras que los países occidentales se ven involucrados en conflictos o sanciones, China puede aprovechar para asegurar contratos de suministro de recursos estratégicos, como minerales raros o petróleo, en regiones donde otros actores están distraídos o han perdido influencia.

Mientras que las potencias occidentales se concentran en problemas de seguridad, China ha estado incrementando su influencia en organismos internacionales como la ONU, la Organización Mundial de Comercio (OMC), y el Banco Mundial. Esto le permite moldear las reglas y normativas globales en su favor. Ha promovido la creación de instituciones alternativas, como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) y la Nueva Ruta de la Seda, que compiten con las instituciones dominadas por Occidente, proporcionando a otros países opciones fuera de la esfera de influencia occidental.

Mientras Estados Unidos y sus aliados gastan billones de dólares en conflictos armados, China puede destinar sus recursos a otros fines, como la modernización de su ejército, el desarrollo de infraestructura y la expansión de su influencia global a través de la diplomacia económica. Al evitar involucrarse en conflictos militares directos, China minimiza los riesgos de desgaste, represalias o desestabilización interna, asegurando una mayor estabilidad a largo plazo.

Aunque China no participa directamente en muchos conflictos, ha estado modernizando y expandiendo sus capacidades militares. Esto le permitirá estar preparada para futuras confrontaciones o para disuadir a posibles adversarios sin haber tenido que participar en conflictos desgastantes.

Exportadora de armamento

China podría estar vendiendo armas y tecnologías militares que, aunque efectivas, no representan lo más avanzado de sus capacidades. Estas exportaciones podrían estar un paso o dos detrás de lo que China desarrolla para sus propias fuerzas armadas, asegurando que sus clientes internacionales no puedan igualar sus capacidades. China ha demostrado tener la capacidad de mejorar y actualizar su tecnología militar rápidamente. Esto le permite confiar en que cualquier armamento que venda será superado por versiones más avanzadas que desarrollará en el futuro, manteniendo siempre una ventaja tecnológica sobre sus clientes. Es probable que China seleccione cuidadosamente qué tecnologías exportar, evitando la venta de sus sistemas más avanzados y reservándolos exclusivamente para uso interno o para aliados estratégicos muy cercanos.

Al vender armas de alta tecnología, China puede crear una relación de dependencia con los países compradores. Estos países podrían necesitar asistencia técnica, repuestos, actualizaciones, o capacitación continua, lo que asegura que sigan dependiendo de China a largo plazo. Esta dependencia limita la posibilidad de que esas mismas armas se vuelvan en contra de los intereses chinos. A través de contratos de mantenimiento y soporte, China podría mantener un grado de control sobre las armas que vende. Esto incluye la posibilidad de limitar o cortar el suministro de piezas de repuesto o servicios si un país comprador adopta políticas que van en contra de los intereses chinos.

Las ventas de armas suelen estar alineadas con las relaciones diplomáticas y geopolíticas de China. Es más probable que venda armamento a países que están alineados con sus intereses o que no representan una amenaza directa para su seguridad. Las relaciones cercanas que China cultiva con ciertos países también pueden incluir compromisos de no agresión o acuerdos de defensa mutua que mitigan el riesgo.

China podría estar confiando en su capacidad para enfrentar amenazas asimétricas en caso de que alguno de los países a los que vende armas se convierta en un adversario. Esto incluye el uso de guerra cibernética, inteligencia artificial, y otras formas de guerra no convencional que pueden neutralizar las capacidades de un adversario incluso si este posee armas fabricadas por China.

Más ventajas

Al vender armamento obsoleto, China podría contribuir a la prolongación o intensificación de conflictos en regiones donde sus competidores tienen intereses estratégicos. Esto podría distraer y debilitar a sus competidores, permitiendo que China avance en sus objetivos globales sin enfrentarse directamente a ellos. Los ingresos obtenidos de la venta de armamento pueden ser reinvertidos en el desarrollo de tecnologías más avanzadas, permitiendo a China mantener y ampliar su ventaja tecnológica. Esta estrategia le permite financiar proyectos de innovación sin depender únicamente de los fondos públicos.

Vender armamento que ya no se considera de vanguardia permite a China liberar espacio en sus arsenales para tecnologías más avanzadas. También reduce los costos de almacenamiento y mantenimiento de equipos que ya no son prioritarios.

La venta de armamento obsoleto a precios más bajos permite a China entrar en mercados donde las naciones no pueden permitirse comprar armas más avanzadas. Estos nuevos clientes pueden convertirse en socios estratégicos a largo plazo. Al vender armas a economías emergentes, China puede establecer relaciones comerciales que eventualmente se expanden a otros sectores, como infraestructura, telecomunicaciones, o energía.

Al vender sus armas a otros países, China puede recopilar información valiosa sobre el desempeño de sus tecnologías en diferentes escenarios y climas, utilizando estos datos para mejorar futuros desarrollos. Además, puede observar cómo otros países emplean su tecnología, obteniendo lecciones sobre tácticas y estrategias que podrían aplicarse o contrarrestarse en el futuro. La exportación de armas también permite a China monitorizar la evolución de las capacidades militares de los países compradores, ajustando sus propias estrategias defensivas y ofensivas en función de estas observaciones.

Las exportaciones de armamento ayudan a sostener y expandir la industria de defensa de China, manteniendo activas sus líneas de producción y generando empleo. Esto, a su vez, mejora la capacidad de la industria para adaptarse rápidamente a nuevas demandas y desarrollos tecnológicos. La necesidad de mantenerse competitivo en el mercado global de armas incentiva a la industria de defensa china a seguir innovando, asegurando que sus productos de última generación estén siempre un paso por delante.

Estrategia de China vs. estrategia de USA

La estrategia de China ciertamente ha tomado un rumbo diferente al de Estados Unidos, centrándose más en la expansión económica, comercial y tecnológica, mientras que Estados Unidos ha mantenido una fuerte presencia militar global como pilar de su poder.

A través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), China ha invertido miles de millones de dólares en infraestructura en más de 60 países. Esto no solo expande su influencia económica, sino que también crea dependencias en muchos países en desarrollo que ahora ven a China como un socio clave.

China ha avanzado rápidamente en áreas tecnológicas críticas como inteligencia artificial, telecomunicaciones (5G), computación cuántica y biotecnología. Empresas chinas como Huawei, Tencent y Alibaba están a la vanguardia de estas industrias, compitiendo y, en algunos casos, superando a sus contrapartes occidentales. China ha firmado acuerdos de libre comercio y ha establecido relaciones económicas estratégicas con muchos países. Su enfoque en el comercio ha permitido a China construir redes globales que refuerzan su posición sin necesidad de recurrir a la fuerza.

Estados Unidos, por su parte, mantiene más de 800 bases militares en más de 70 países, lo que le permite proyectar poder en cualquier parte del mundo. Esta vasta red militar asegura que Estados Unidos pueda responder rápidamente a crisis y mantener un equilibrio de poder favorable. A lo largo de las últimas décadas, Estados Unidos ha intervenido militarmente en diversas regiones, justificando estas acciones como necesarias para mantener la seguridad global y proteger sus intereses estratégicos. La OTAN y otras alianzas militares son pilares de la estrategia de seguridad de Estados Unidos. Estas alianzas aseguran que Estados Unidos no esté solo en la defensa de sus intereses globales, sino que tenga el apoyo de otros países clave.

China ha utilizado su poder económico para ganar influencia global, creando dependencias que pueden ser utilizadas como palanca en el futuro. Su enfoque en el comercio y la inversión ha permitido que muchos países se alineen con China, al menos en términos económicos, sin necesidad de una confrontación militar. Por contra, la estrategia militar de Estados Unidos le ha permitido mantener un control directo sobre muchos asuntos globales. Sin embargo, esta dependencia del poder militar también ha generado conflictos prolongados y desgaste en su imagen global.

China ha optado por una vía que maximiza el poder económico y comercial, utilizando la diplomacia, la tecnología, y la infraestructura para expandir su influencia global. Esta estrategia tiene el potencial de ser muy efectiva a largo plazo, especialmente si China logra evitar conflictos militares directos y mantiene su crecimiento económico. Sin embargo, Estados Unidos aún tiene ventajas estratégicas significativas y podría adaptar su enfoque para contrarrestar el ascenso chino. La posibilidad de que China se imponga a largo plazo depende de muchos factores, incluidos cómo maneje los desafíos internos y externos, y cómo responda Estados Unidos y el resto del mundo. Aunque China podría consolidarse como una superpotencia global, la competencia entre estas dos naciones probablemente definirá la geopolítica mundial en las próximas décadas, y es difícil predecir un resultado claro.

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