¡OTAN no, bases fuera! ¿Y ahora qué?

Desde hace décadas, un lema ha resonado en las calles de nuestro país: “OTAN NO, BASES FUERA”. Es una consigna que va más allá de la simple protesta; es la voz de una soberanía que se siente secuestrada, la expresión de una dignidad que se niega a ser peón en un tablero ajeno. Y ahora, con la Alianza Atlántica pidiendo más sangre y más dinero, es el momento de preguntarnos: ¿y ahora qué?

La gran mentira: la “protección” de la OTAN

Nos vendieron la OTAN como una alianza defensiva, un escudo protector contra amenazas externas. Pero la realidad es otra. La OTAN, liderada por Estados Unidos, es una maquinaria de guerra diseñada para proyectar poder, intervenir en conflictos ajenos y defender los intereses geopolíticos y económicos de sus miembros más poderosos.

¿Defensa? Hablemos de las guerras en Irak, Afganistán, Libia… todas ellas justificadas bajo el paraguas de la “seguridad” y con consecuencias devastadoras para millones de personas. Hablemos de la complicidad con un estado genocida como Israel, que masacra impunemente a la población civil en Gaza mientras la OTAN calla y mira para otro lado. ¿Es esa la “seguridad” que queremos? ¿Participar en la barbarie para que las empresas de defensa americanas, sobre todo, hagan su agosto?

La obscena exigencia del 5% y el compromiso de los aliados

La farsa de la OTAN se vuelve aún más obscena con las últimas exigencias de Donald Trump, y ahora, con el compromiso firmado por los líderes en la Cumbre de La Haya. Ya no basta con el 2% del PIB en gasto militar, los aliados se han comprometido a elevar ese objetivo a un escalofriante 5% del PIB para el año 2035.

Este acuerdo, rubricado por todos los miembros, incluyendo a España, establece que el gasto se dividirá en un 3,5% para “necesidades básicas de defensa” y un 1,5% adicional para “seguridad relacionada”. El propio Donald Trump ha calificado este acuerdo como una “victoria monumental” de su gestión, un gol por toda la escuadra, vaya.

¿Cuánto es ese 5% en dinero contante y sonante?

Teniendo en cuenta que el PIB de España ronda 1.600.000 millones de euros, el 5% de gasto en defensa significaría una cifra cercana a los 80.000 millones de euros anuales.

Para ponerlo en perspectiva, nuestro gasto militar actual ronda el 1.3% del PIB, lo que supone unos 20.000 millones de euros. Estamos hablando de un incremento anual de más de 50.000 millones de euros que irían directamente a engrosar las cuentas de las empresas de armamento, en su mayoría estadounidenses.

¿Qué podríamos hacer con 50.000 millones de euros adicionales al año?

En lugar de invertir en odio, muerte y destrucción (sí, suena a película bélica barata), podríamos usar esa monstruosa cantidad de dinero para:

  • Sanidad: Construir 100 nuevos hospitales totalmente equipados (a un coste de 500 millones de euros cada uno) y aun así nos sobraría dinero. O podríamos acabar de golpe con las listas de espera quirúrgicas, dotando a los hospitales de los recursos y el personal necesario.
  • Educación: Contratar a más de un millón de nuevos maestros y profesores (con un salario de 40.000€ al año) para reducir la ratio de alumnos por clase y mejorar la calidad de la enseñanza pública de forma radical.
  • Vivienda: Construir más de 300.000 viviendas de protección oficial al año (con un coste de 150.000€ por unidad) para dar solución a la crisis de vivienda que ahoga a la juventud y a las familias.
  • Lucha contra la sequía: Invertir en más de 200 nuevas desaladoras para garantizar el suministro de agua en todo el país y modernizar los sistemas de regadío, protegiéndonos del cambio climático.

La lista es interminable. Podríamos construir una España más justa, más próspera y más sostenible, pero en lugar de eso, nos piden que sigamos alimentando la máquina de guerra de la OTAN.

El precio de la soberanía: los desafíos de la salida

Sería ingenuo pensar que salir de la OTAN sería un camino de rosas. El proceso sería duro, incierto y lleno de obstáculos. Hay que resistir la tormenta inicial y no engañarnos sobre las consecuencias.

  • Aislamiento diplomático y rechazo europeo: La decisión de España sería recibida con un rotundo rechazo por parte de la mayoría de nuestros socios europeos y, sobre todo, obviamente, por Estados Unidos. Seríamos vistos como un país “desleal” y se perdería influencia en muchos foros internacionales. La cooperación en otros ámbitos, como el comercio o la investigación, podría verse afectada.
  • Consecuencias militares y de seguridad:
    • Pérdida de inteligencia: Se cerraría el acceso a la vastísima red de inteligencia de la OTAN. España tendría que invertir una cantidad colosal en desarrollar sus propias capacidades de vigilancia, ciberseguridad y análisis de amenazas, un proceso que llevaría años.
    • Inoperabilidad del ejército: Nuestras Fuerzas Armadas están plenamente integradas en los estándares y protocolos de la OTAN. Salir implicaría una reestructuración y re-equipamiento masivo, un coste inicial enorme en munición, tecnología y formación.
    • Amenazas geopolíticas: La salida de un miembro de la OTAN podría ser vista como un signo de debilidad. Potencias como Rusia o China podrían aprovechar la situación para “testear” la nueva posición de España, generando tensiones en el Estrecho de Gibraltar, en el Mediterráneo o incluso en Ceuta y Melilla. El “paraguas” del Artículo 5 desaparecería, y nuestra defensa dependería enteramente de nosotros mismos.
  • Tensiones por las bases: El lema es “Bases Fuera”, pero ¿qué implicaría esto? La salida de las bases de Rota y Morón podría generar una crisis con Estados Unidos y dejar a miles de personas sin empleo en las zonas aledañas. Un proceso de negociación y cierre sería largo y conflictivo.

Alternativas plausibles: construyamos nuestra propia seguridad

Decir “no a la OTAN” no significa renunciar a la seguridad. Significa construir una seguridad basada en la cooperación, el diálogo y el respeto mutuo, no en la amenaza y la agresión. Aquí hay algunas alternativas plausibles para España, que requerirían una inversión inicial y una voluntad política férrea:

Fomentar una política común de seguridad y defensa de la Unión Europea: En lugar de depender de una alianza liderada por Estados Unidos, deberíamos impulsar una defensa europea autónoma. Esto no significa crear otro bloque militar agresivo, sino una capacidad de defensa propia y una política exterior que responda a los intereses de los pueblos europeos, no a los de Washington.

Posición de no alineación y neutralidad activa: España podría seguir el ejemplo de países como Irlanda o Austria, que no pertenecen a la OTAN y mantienen una política de neutralidad activa. Esto nos permitiría tener una voz propia en los asuntos internacionales y actuar como mediadores en conflictos, en lugar de ser parte de ellos.

Inversión en ciberseguridad y protección de infraestructuras críticas: Las amenazas del siglo XXI no solo provienen de ejércitos convencionales. Un ataque cibernético puede paralizar un país. El dinero que se gasta en aviones de combate podría destinarse a proteger nuestras redes, sistemas e infraestructuras.

Promoción de la diplomacia y la cooperación internacional: La seguridad se construye con puentes, no con muros. España debería liderar la promoción de la paz y la resolución pacífica de conflictos en foros internacionales como la ONU, en lugar de participar en la escalada militar.

    Salgamos de la OTAN, y salgamos ya (pero con los ojos abiertos)

    La OTAN es una alianza anacrónica, belicista y moralmente insostenible. Su apoyo a genocidas, sus ataques indiscriminados en países soberanos y sus exigencias económicas desproporcionadas la convierten en una amenaza para la paz y la estabilidad mundial, y en un lastre para el progreso de España.

    Es hora de romper con la mentira. Es hora de recuperar nuestra soberanía y decidir nuestro propio destino. Fuera la OTAN, fuera las bases. Y con el dinero que nos ahorremos, construyamos un país mejor. Será un camino difícil y lleno de resistencia, pero la alternativa es seguir siendo cómplices de la barbarie y peones en un juego ajeno.

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