Cuando el caos empuja al despertar

Cuando el caos empuja al despertar
Vivimos tiempos convulsos. Las decisiones de ciertos líderes —como Donald Trump, con su discurso incendiario y su guerra comercial— parecen empujarnos hacia un abismo de tensiones, desigualdades y conflictos. Pero también creo que, en medio del caos, hay semillas de transformación.
Por un lado, el desmantelamiento progresivo de derechos, el desprecio por la cooperación internacional y la normalización del odio están generando una reacción. Muchas personas, como yo, sentimos la urgencia de actuar. En mi caso, ese impulso me ha llevado a querer fundar una asociación centrada en el empoderamiento cívico a través de la tecnología. Porque si el mundo se quiebra, lo mínimo que podemos hacer es intentar imaginar y construir otro.
Por otro lado, si la deriva económica nos empuja a un escenario de precios prohibitivos, tal vez ese golpe nos obligue —a todos— a cuestionar el modelo de consumo sin medida que ha dominado las últimas décadas. Quizás el mercado, que hasta ahora parecía intocable, se tambalee lo suficiente como para que empecemos a explorar alternativas: un consumo más racional, más local, más justo, más humano.
No es que crea que el sufrimiento sea bueno ni que la destrucción sea necesaria. Pero sí creo que cuando el sistema muestra sus peores rostros, también nos ofrece la oportunidad de ver con claridad lo que ya no funciona. Y ahí, en ese despertar colectivo, puede nacer algo distinto.
Una de esas alternativas, aunque a menudo ignorada, lleva décadas esperando su momento: el decrecimiento. No es una idea nueva, ni una ocurrencia radical de última hora. Ya en los años setenta, el economista Nicholas Georgescu-Roegen advirtió que el crecimiento económico perpetuo en un planeta finito era una ilusión insostenible. Desde entonces, muchos pensadores han recogido su legado.
Hoy, ante el colapso ecológico, las desigualdades extremas y la crisis de sentido que atraviesan nuestras sociedades, el decrecimiento ya no puede seguir siendo una nota al pie. Este puede ser, por fin, el momento de recuperar, actualizar y aplicar sus propuestas con seriedad.
Autores como Serge Latouche, Giorgos Kallis o Jason Hickel han desarrollado marcos sólidos para repensar la economía más allá del PIB, poniendo en el centro el bienestar, la justicia ecológica y la vida en común (recordemos el FIB de Bután). El decrecimiento no plantea empobrecerse, sino reducir el consumo innecesario, relocalizar la economía, compartir más, trabajar menos pero con más sentido, y dejar espacio al planeta para regenerarse.
Lejos de representar un retroceso, es una reorientación profunda. Una posibilidad realista —aunque incómoda— para salir del colapso no hacia el abismo, sino hacia otro modo de estar en el mundo.
Si no podemos evitar la tormenta, al menos usemos su fuerza para cambiar el rumbo.
Lecturas recomendadas:
- La bioeconomía de Georgescu-Roegen: Este artículo ofrece una introducción al pensamiento de Georgescu-Roegen y su influencia en el movimiento ecologista y anticapitalista que aboga por el decrecimiento.
- La apuesta por el decrecimiento: ¿Cómo salir del imaginario dominante?: En este libro, Latouche argumenta la necesidad de un cambio radical hacia una sociedad de decrecimiento para evitar un retroceso dramático.
- Giorgos Kallis: A favor del decrecimiento: Este libro, escrito en colaboración con otros expertos, aboga por vivir bien con menos y priorizar el bienestar sobre el crecimiento económico.
- Jason Hickel: El decrecimiento: La teoría de la abundancia radical: En este artículo, Hickel presenta el decrecimiento como una teoría que busca reducir la actividad económica para lograr sostenibilidad y equidad.