Cuando el zorro cuida del gallinero

Viendo lo que está pasando últimamente con la reforma del sistema judicial en España, no he podido evitar acordarme de lo que ya vivimos en la Comunidad Valenciana con la AVAF (la Agencia Valenciana Antifraude). Porque huele a lo mismo. Cambian los nombres, los titulares… pero el patrón se repite.

¿De qué va todo esto?

El Gobierno quiere que, en vez de los jueces, sea la Fiscalía quien dirija las investigaciones penales. Así, la Policía Judicial (como la UCO) dejaría de recibir órdenes de un juez y pasaría a trabajar directamente para el fiscal. Y esto no sería tan problemático… si no fuera porque ¡el Fiscal General lo nombra el Gobierno!

Y aquí es donde saltan las alarmas.

Nos dicen que es para agilizar procesos, para parecerse más a Europa, para que todo sea más eficiente. Claro, claro. Justo ahora, con la UCO investigando al entorno del PSOE, con casos abiertos que salpican a altos cargos, ¿no es un poco sospechoso querer cambiar quién da las órdenes a la policía judicial?

Porque una cosa es mejorar el sistema… y otra, querer quitarte de encima a los que te siguen los pasos.

En Valencia ya vivimos algo parecido. La AVAF, esa agencia que se suponía independiente, que investigaba la corrupción viniera de donde viniera, pasó a ser una especie de adorno institucional. Una vez que se neutralizó su autonomía, dejó de molestar. Ya no investigaba como antes. Ya no era incómoda.

Cambiar quién dirige las investigaciones, debilitar los controles, usar el argumento de la eficiencia y la simplificación. Y mientras tanto, los sabuesos —los jueces, los fiscales independientes, la UCO— empiezan a tener menos margen. Menos libertad.

No es que uno vea conspiraciones por todas partes. Es que cuando ves que en Valencia pasó lo que pasó con la AVAF, y ahora a nivel nacional se plantean reformas similares… lo mínimo es sospechar. Sobre todo si las investigaciones apuntan a quienes tienen la sartén por el mango.

Lo que está en juego no es solo un cambio legal. Es la independencia de quienes pueden investigar al poder. Y si eso se pierde, luego no vale quejarse de que nadie paga por la corrupción. Mientras nos entretienen con palabras bonitas, los perros que olfateaban la corrupción empiezan a quedarse sin correa… y sin dientes.

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