De la monarquía al turbante: cómo Irán cambió su destino (y qué aprendemos de ello)

Para entender qué es un ayatolá y por qué tiene tanto poder en Irán, no basta con mirar el presente. Hay que mirar atrás. Porque Irán no siempre fue una república islámica. Durante décadas fue otra cosa: una monarquía moderna, aliada de Occidente, aunque represiva y profundamente desigual.

Lo que sigue es la historia de un cambio radical: lo que había, lo que se prometió y en lo que acabó. Porque conocerla bien es la única forma de no repetirla.

Lo que había: una monarquía autoritaria, moderna y vacía

Hasta 1979, Irán era gobernado por Mohammad Reza Pahlavi, conocido como el Sha. Su régimen representaba el modelo occidental: laico, industrializado, con reformas sociales y una imagen de modernidad. Las mujeres votaban, estudiaban, vestían como en Europa. Las ciudades crecían, las empresas extranjeras se instalaban. Pero todo eso tenía un precio:

  • Las riquezas del petróleo beneficiaban a unos pocos.
  • El pueblo vivía en la pobreza, sin voz ni derechos.
  • La policía secreta (SAVAK) torturaba y silenciaba a los críticos.
  • La religión era marginada.
  • La cultura tradicional, despreciada.

A ojos de muchos iraníes, el Sha no era un modernizador, sino un títere de EE.UU., un déspota arrogante y un traidor a sus raíces.

Lo que se prometió: justicia, independencia y dignidad

En ese contexto de hartazgo surgió una revolución. No fue solo religiosa: participaron estudiantes, marxistas, nacionalistas, mujeres, trabajadores. Pero quien mejor supo conectar con el alma del pueblo fue el ayatolá Jomeini. No prometía solo religión. Prometía:

  • Acabar con la humillación nacional.
  • Recuperar la independencia frente a Occidente.
  • Hacer justicia social desde valores islámicos.
  • Respetar al pueblo y honrar su identidad.

Usó el lenguaje del islam, pero también el del orgullo nacional, el del anticolonialismo, el de los pobres. Millones lo siguieron porque parecía la respuesta más honesta, más firme, más propia.

Cuando en 1979 el Sha huyó y Jomeini volvió a Irán, fue recibido como un héroe.

Lo que acabó siendo: una teocracia con puño de hierro

Lo que empezó como una esperanza, se transformó en un nuevo régimen autoritario, esta vez religioso. Se creó la República Islámica de Irán, un sistema donde la máxima autoridad no es el presidente, ni el parlamento, sino el Líder Supremo, un gran ayatolá con poderes absolutos.

¿Qué implica esto?

El Líder Supremo:

  • Supervisa al ejército, la justicia, los medios y la política exterior.
  • Controla quién puede presentarse a elecciones.
  • Es elegido por una asamblea de clérigos.
  • Desde 1989, es el ayatolá Ali Jamenei.

Consecuencias para la población:

  • La ley islámica (sharía) se impone en todos los ámbitos.
  • El velo es obligatorio para las mujeres.
  • La libertad de expresión, prensa y manifestación está muy limitada.
  • Se encarcela a activistas, artistas y opositores.
  • La educación, la cultura y la moral están vigiladas por el Estado religioso.

¿Qué podemos aprender?

Lo más duro de esta historia es que la mayoría no votó por una dictadura religiosa. Votaron por dignidad, por justicia, por identidad. No sabían que acabarían con otro sistema de opresión, disfrazado de espiritualidad. Muchos se sintieron traicionados. Otros, simplemente, no se dieron cuenta hasta que fue tarde.

Conocer la historia para no repetirla

El caso de Irán nos deja una lección profunda: Cuando el pueblo está desesperado, puede abrazar cualquier esperanza que le prometa justicia, aunque no sepa a qué precio.

Por eso es tan importante conocer bien la historia: para distinguir la libertad de la apariencia de libertad, y para no confundir la justicia con el castigo, ni la identidad con la imposición.

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